
Desde que en 1602 se fundara la Compañía Holandesa de las Indias Orientales el interés de la metrópoli europea por el archipiélago que daba nombre al conjunto, esto es, Sumatra, Borneo, Java, Célebes y varias decenas de islas más pequeñas, no hizo sino incrementarse conforme los beneficios que arrojaba el comercio con la zona aumentaban año tras año.
A principios del siglo XIX, asentado el poder del estado holandés (ya disuelta la Compañía) en la zona una vez desplazados sus antiguos dominadores portugueses, llegaba el momento de la consolidación, tarea no siempre fácil en una región donde la piratería era actividad corriente tal y como el gran Emilio Salgari reflejara en su inmortal personaje de Sandokán.
La superioridad técnica y armamentística de los europeos, algo común en la expansión colonial de la segunda mitad del siglo XIX, garantizaba la puesta bajo control de inmensos territorios e ingentes recursos a costes relativamente bajos en lo que se refiere a conflictos de baja intensidad con la población nativa.


El sultanato de Aceh, que tal era el irreductible territorio, era un típico estado de la zona con una economía basada en el comercio de especias. Poco o nada lo distinguía de otros que, en la zona, habían caído bajo la férula holandesa salvo por el hecho de que Aceh se resistió a la dominación.
Una primera tentaiva, llevada a cabo en 1873, devino en fracaso. Al año siguiente, con mayor fortuna, se capturó la capital, Banda Aceh, pero eso no supuso otra cosa que el inicio de una guerra de guerrillas tan larga como, en apariencia fútil para los holandeses.

No sería hasta principios del siglo XX, tras treinta años de lucha, cuando la situación empezara a decantarse a favor del poder colonial gracias a las medidas adoptadas por el general Joannes Benedictus Van Heutsz.
Van Heutsz basaba su sistema en expandir el conflicto a la población civil y privar a los insurrectos de todo cuanto pudiera serles de utilidad, desde comida a armas; a la par que se introducían nuevos métodos de lucha basados en columnas móviles armadas con ametralladoras y las órdenes de aniquilar cualquier foco de resistencia lo que, en la práctica, equivalía a masacres indiscriminadas.
Finalmente, en 1903, se dio por terminada una campaña que había costado diez mil bajas a los holandeses y diez veces más, incluyendo buen número de civiles, a los nativos. Fue el fin oficial de una de los conflictos coloniales más prolongados de la época si bien, en las impenetrables junglas de la isla, grupos de irreductibles siguieron en armas al menos una década más
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General Van Heutsz |
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Posición "de erizo" |
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