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sábado, 4 de junio de 2011

Crisis de rehenes en Abisinia

En 1866 reinaba en Etiopía (también llamada Abisinia) Tewodros II, en teoría emperador del país aunque su poder era contestado por diversos grupos rebeldes.

Tewodros envió una carta a la reina Victoria de Inglaterra pidiéndole sustancialmente ayuda técnica para la creación de una industria armamentística local. La carta, por alguna razón, nunca llegó a manos de la soberana británica lo que provocó un estallido de cólera en su homólogo etíope (por lo demás posiblemente aquejado de alguna perturbación mental) que se tradujo en la captura y reclusión de varios súbditos británicos residentes en el país. Una misión diplomática británica, enviada al efecto para solventar la crisis fue igualmente apresada. Ante esta situación el gobierno británico se decantó por una solución militar.
Se encargó al general Sir Robert Napier, un curtido veterano de las campañas sikhs, la frontera noroccidental y el Motín de 1857, la dirección de una fuerza, extraída fundamentalmente del Ejército de la Presidencia de Bombay que llevó a cabo una de las hazañas logísticas más impresionantes de la historia militar contemporánea.


El ejército expedicionario, que contaba con unos trece mil combatientes, iba acompañado de más de veinticinco mil efectivos destinados a servicios y varios miles de animales de carga y tiro (incluyendo elefantes). Hicieron falta casi trescientos barcos para transportarla desde la India hasta el Mar Rojo. Tras desembarcar se acometió la titánica tarea de trasladar una fuerza de esa magnitud hasta Magdala, una inexpugnable fortaleza, cuartel general de Tewodros, situada a más de seiscientos kilómetros del punto de desembarco. Se tendieron líneas de telégrafo, y se construyó una carretera, amén del puerto que hubo de construirse para el desembarco de la fuerza principal. Tres meses costó a los británicos llegar a Magdala donde se enfrentaron al ejército de Tewodros el 10 de Abril de 1868. Vencido, el emperador etíope se suicidó aunque antes liberó a sus rehenes.
No deja de resultar irónico que en aquellos días ocupara el puesto de Primer Ministro del gobierno británico el liberal William Gladstone, un hombre que deploraba del imperialismo y de las expediciones militares que a tal efecto se llevaban a cabo de forma más o menos continuada. No obstante, apenas una década más tarde, Gladstone se vería metido en algunas de las campañas más sonadas del expansionismo británico: Afganistán (1880); Egipto (1882) y Sudán (1885). Pero esas son otras historias…

Para saber más recomiendo la novela de George McDonald Fraser Flashman a la conquista de Abisinia, donde con un preciso rigor histórico y las dosis de simpática bellaquería propias del cobarde más valeroso del Imperio Británico, se narra aquél extravagante episodio.