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domingo, 12 de junio de 2011

LA SENDA DE LOS ASESINOS: La Misión Voulet-Chanoine


Pero la resistencia del caudillo Rabih Az Zubayr, cuyo territorio se extendía al oeste del lago Chad, provocó que se lanzasen tres expediciones que habrían de converger, desde distintas direcciones, en el corazón  del feudo de Rabih.

Una de estas expediciones escribió una página de destrucción y muerte en un escenario ya de por sí suficientemente trágico como fue el reparto de África. La
Misión Voulet-Chanoine se inscribió, por méritos propios, en el universo de horror que describiera tan brillantemente Conrad en El corazón de las tinieblas.

En noviembre de 1898 una fuerza de unas mil quinientas personas, equipada inclusive con artillería y ametralladoras, partió de Dakar con destino al lago Chad. Solamente seis oficiales y tres suboficiales eran blancos, el resto eran nativos, dedicados en su mayor parte a cargar con el equipo, y un importante número de mujeres que, o bien seguían a sus esposos, bien se dedicaban a labores domésticas. El mando de la columna lo ostentaba el capitán Paul Voulet, asistido por el teniente Julien Chanoine.
Desde su partida la fuerza se fue fraccionando ocasionalmente en dos grupos, dirigido cada uno de ellos por Voulet y por Chanoine, que volvían a unirse y separarse de forma sistemática hasta su fusión definitiva en una sola unidad.

La marcha, a través de un país arrasado por recientes y longevos conflictos, discurrió penosamente y la columna pronto hubo de recurrir a los medios disponibles para alimentarse. Dicho de otro modo, lo que se precisaba se tomaba de grado o a la fuerza.

Los soldados senegaleses, el grueso de la fuerza de combate de la columna, se comportaban como si se encontrasen en territorio conquistado, aunque de hecho fuese territorio administrado por Francia. Abundaron los casos de rapto de mujeres en las aldeas que atravesaban, amén de hombres que suplieran a los porteadores que habían causado baja por muerte o enfermedad.
La lógica resistencia tanto al secuestro como al robo de alimentos degeneró, invariablemente, en respuestas armadas tan implacables como aleatorias. El hecho de que los oficiales blancos no pusiesen coto a estas depredaciones dice mucho de su carácter, o mejor dicho de la ausencia de éste.

Así pués, una ristra de aldeas incendiadas y de saqueo marcó la senda que seguía la misión Voulet-Chanoine. La lógica que movía a Voulet en su criminal actitud no estaba exenta, no obstante, de cierta lógica: solamente cuentan los resultados y a nadie ha de importarle la suerte de un puñado de negros en un rincón perdido de África.

Pero Voulet no contaba conque el teniente Louis Peteau, uno de los oficiales a quien él mismo había ordenado regresar por insubordinación, había escrito una serie de cartas a su prometida en Francia narrándole las terribles consecuencias del paso de la columna. Las cartas llegaron al Ministerio de Colonias, y por extensión al gobierno francés, generando una oleada de indignación que provocó el envío de una expedición que detuviera la matanza y arrestase a Voulet y a Chanoine.

A tal efecto una fuerza al mando del teniente coronel Klobb, un veterano de la guerra contra Samory, partió en pos de los asesinos. No le fue difícil seguir el rastro pues los restos de edificios calcinados, cadáveres colgando de los árboles y cabezas cortadas, marcaban como siniestros hitos el paso de la columna.
Para cuando se avistó a los perseguidos, en julio de 1899,

ya habían cometido su mayor masacre en un lugar llamado Birni-N'Konni el anterior mes de mayo.

Klobb envió un emisario a Voulet donde le informaba de su situación. Sorprendentemente, o quizás no tanto dado el nivel de brutalidad y de exceso de poder que había acumulado, Voulet anunció que seguía al mando y que cualquier intento de retirárselo sería respondido. Era el 13 de julio de 1899.

Klobb, furioso ante la flagrante insubordinación, se presentó al día siguiente en el campamento de Voulet. Ante los requerimientos de su superior, Voulet ordenó disparar matándolo.
Aquella acción supuso también el fin para Voulet. Tras anunciar sus hombres que no regresarían atrás y que, en adelante, construirían su propio reino al estilo de Samory, estalló un motín entre una tropa embrutecida y minada considerablemente por la falta de disciplina. El 16 de julio Chanoine era abatido a tiros y lo mismo aconteció a Voulet al día siguiente.

Aquél fue el fin de la Misión Voulet -Chanoine, aunque se mantuvieron los objetivos de la misma que, finalmente, llevarían a cabo los tenientes Paul Joalland y Octave Meynier, esta vez con el nombre de Misión Joalland-Meynier.