lunes, 29 de abril de 2013

LOS QUE EVITARON (O CASI) EL COLONIALISMO. PARTE I: ÁFRICA




Si el siglo XVIII contempló el fin de los principales imperios coloniales en América, el siglo siguiente fue el de la conquista de África y el de la sumisión de Asia a los designios de un mundo industrial ávido de materias primas y de mercados y, también, de la ambición de reyes y de políticos deseosos de que sus nombres figuraran en las páginas de la Historia a la mayor gloria postrera de sus naciones.
        
Una verdadera carrera colonial sacudió África, en donde se sumaron potencias emergentes como Italia y Alemania; mientras que Asia parecía ser coto privado de Gran Bretaña y Francia amén de las posesiones de Países Bajos, Portugal y España. Así, en pocos años, prácticamente los dos continentes estaban en manos occidentales, bien como colonias ordinarias o bajo la figura de protectorados que, las más de las veces, no ocultaban sino una ocupación de facto.
        
Pero hubo varias notables excepciones. Viejos estados, y alguna creación artificial, quedaron fuera de la égida de las potencias coloniales de la Era del Imperio por diversas razones aunque, como veremos, existía un poderoso denominador común: la rivalidad entre imperialismos expansivos y la necesidad de crear "estados tapón" entre sus respectivos dominios.

En África, desde que el Congreso de Berlín de 1885 diera luz verde a la ocupación efectiva del continente, solamente cuatro estados vieron el amanecer del siglo XX como entidades independientes, o al menos en apariencia:

República de Liberia
El caso más curioso es el de Liberia, fundada sobre las bases de colonias de ex esclavos liberados y repatriados por sociedades abolicionistas. El territorio, situado entre Sierra Leona y Costa de Marfil, fue adquirido por esas mismas sociedades. En 1847 fue proclamada república independiente con capital en Monrovia (en homenaje al presidente norteamericano James Monroe) aunque la presencia en la zona del escuadrón africano de la Marina de los Estados Unidos (US African Squadron), ocupado en tareas de supresión del tráfico de esclavos, actuara también como mantenedor del protectorado que, de facto, ejercía Washington sobre la joven república.
        

Mehmet Alí
Egipto fue nominalmente un estado soberano durante toda la Era del Imperio si bien su situación fluctuó desde potencia mediana en el Mediterráneo Oriental hasta protectorado británico. Desde que Mehmet Alí (1769-1849) se independizara de la égida del Imperio Otomano (aunque persistiesen lazos como la bandera común).

       La expansión por Sudán y una política de obras públicas y reformas a todos los niveles parecía augurar un futuro halagüeño para el país. De hecho la construcción del Canal de Suez, del que era accionista Egipto junto con Gran Bretaña y Francia, que parecía poner al país norteafricano a la par de las grandes potencias de la época acabó siendo la causa de su decadencia. La bancarrota del estado, junto a las intrigas de sus socios en el Canal, acabaron con Egipto en la zona de influencia británica pues su situación como puerta a la India era demasiado valiosa para que Londres no jugara sus bazas.

Canal de Suez
Coronel Arabi
Reino de Egipto
         Con Francia convertida en socio menor, pese a que continuara con sus reivindicaciones sobre el país de los faraones hasta principios del siglo XX, Gran Bretaña se convirtió en la potencia "protectora" del país, sobre todo tras la fallida rebelión nacionalista del coronel Ahmed Arabi en 1882. Después de la Primera Guerra Mundial, los británicos concederían la independencia a Egipto en 1922, en forma de monarquía constitucional, como fórmula para acallar al nacionalismo árabe que tanto había hecho por la causa aliada y que, a la postre, se vio constreñido en sus reivindicaciones en el Oriente Medio. En la práctica, sin embargo, Egipto nunca dejó de ser un estado títere supeditado a la política de Londres.
        
Etiopía (también llamada Abisinia) fue también una excepción a la expansión colonial. Es llamativo el hecho de que fuese el único estado cristiano de África además de su tradicional aislamiento del resto del mundo. Salvo una expedición de rescate de rehenes efectuada por los británicos en 1868, y que el país actuara como contrapeso a la rebelión mahdista del vecino Sudán entre 1884 y 1898, escapó a las apetencias europeas hasta la irrupción en el escenario colonial de Italia. Como estado joven recién unificado, la política exterior de Roma clamaba por la posesión de colonias africanas como signo de poder, y más prosaicamente como mercado. Entre 1895 y 1896 Italia trató de conquistar el país desde sus bases en Eritrea. La derrota italiana en Adua (Adwa) aseguró la independencia etíope durante otros cincuenta años. En 1935-1936 una nueva invasión italiana convertiría al país africano en la última colonia europea en el continente.
Imperio de Etiopía
Adua, 1896




        
Marruecos preservó su independencia durante todo el siglo XIX a pesar de que la guerra contra España de 1859-1860 hacía presagiar una repetición del caso de Argelia, penetrada por Francia lenta pero inexorablemente desde la década de 1830.
        
Prim en Tetuán
       Mas la alta política salvó al sultanato alauí de convertirse en colonia o protectorado, al menos durante un tiempo. Y es que a Gran Bretaña no le hacía ninguna gracia que la orilla meridional del estrecho de Gibraltar cayera en manos de una potencia europea, aunque menor, que llegado el caso pudiera aliarse con otra de mayor rango (Francia obviamente) anulando así la estratégica posición de la Roca. Asimismo Francia, entregada como estaba a la conquista de Argelia, no quería competidores, ni aún de vecinos, en un hinterland que reclamaba ya como propio.
         
La cañonera Panther en Agadir
       Habría que esperar a 1912, con Gran Bretaña y Francia, saldado ya el pleito egipcio, y en plena efervescencia de la Entente Cordiale y con el temor, muy real, a que Alemania penetrara en Marruecos ( dados el incidente del Panther en Agadir y la visita del Kaiser Guillermo II a Tánger) para que Marruecos pasase a formar parte de la esfera francesa del Norte de África. La condición que puso Londres, algo irrenunciable para su política exterior, fue que la zona del estrecho no se asignara a Francia sino a una potencia menor, desvinculada de alianzas y de nulo peso diplomático en Europa. La agraciada no fue otra que una España todavía escocida por el desastre de 1898, cuyos gobernantes vieron como una forma de resarcirse y, que obtuvo un territorio duro y poco productivo y unos habitantes aún más duros cuya resistencia daría lugar a una guerra que duraría quince años y que haría caer a un rey.
Imperio Cherifiano de Marruecos
La Entente Cordiale vista por los colonizados






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