En la madrugada del doce de mayo de 1921, en la cabila de Beni Gorfet,
el segundo y tercer tabor(batallón)
de Regulares de Larache se encontraban en misión de escolta de los trabajos de
fortificación de los altos de Abdama, varios kilómetros al sur del aduar de
Debna.
Al amanecer del día doce los dos tabores
se vieron envueltos por una espesa niebla conforme avanzaban por una depresión
del terreno. Los rebeldes, conocedores del efecto psicológico que tenían sus
ataques, se dirigían a hostigar a los ingenieros que fortificaban Abdama cuando
toparon con los dos tabores envueltos por la niebla y completamente
desorientados.
Guión del Grupo de Tropas Regulares Larache Nº 4 |
Como no podía ser de otro modo, la columna quedó pronto dividida en
dos: el segundo tabor, que era la
unidad que iba en vanguardia, quedó en una situación muy difícil por cuanto la
primera y la tercera mías (compañías),
unidades adelantadas, estaban
rodeadas y sufrían tanto el fuego de fusil y de granadas del enemigo como las
descubiertas de elementos rebeldes que reptaban hasta las defensas españolas
para atacar con gumía y granadas de mano.
Para colmo el tercer tabor,
esto es la unidad de retaguardia, fue hábilmente envuelta por el enemigo de
modo que toda la columna estaba cercada.
Ante lo crítico de la situación, el oficial al mando de la columna
ordenó a Varela que avanzase al mando de su unidad y rompiese el cerco de las
unidades de vanguardia.
La mía de Varela debió
cubrir a pie cerca de dos kilómetros prácticamente a ciegas, guiados solo por
el ruido de la batalla que se libraba más adelante.
El Raisuni, Señor de la Guerra de Yebala |
Conforme se acercaban a la
línea de combate, los regulares empezaron a vacilar y hubo incluso conatos de
desbandada. Varela y los otros tres oficiales hubieron de contener y alentar a
sus ochenta hombres. Superado el pánico inicial, fue alcanzada la zona de fuego
y la mía entró en liza ocupando una
posición desde donde podía batir a los rebeldes que acosaban a la vanguardia.
Varela y los otros oficiales luchaban en cabeza de la columna, único modo de
inspirar a sus hombres que rendían culto al valor personal, cualidad que
apreciaban sobremanera en los jefes.
Los asaltos rebeldes, con granadas y gumías, fueron especialmente
duros y las bajas empezaron a hacerse notar. Además, las unidades de
vanguardia, una vez contenido el pánico, reaccionaron ante la valerosa
resistencia de la mía de Varela y se
unieron al combate.
La lucha se prolongó hasta casi mediodía; cuando acabó todo, el
terreno estaba sembrado de cadáveres, heridos que se retorcían de dolor,
cápsulas de proyectiles y demás restos de la batalla. La mía de Varela fue la unidad más castigada en conjunto pues de un
total de ochenta hombres y cuatro oficiales, sólo veintinueve quedaron en pie
y Varela fue el único oficial que salió
vivo de la acción.
Abdama significó una nueva mención así como la propuesta para la
concesión de la Laureada, cuyo expediente se unió al ya en trámite por la
acción de Rumán, y que harían de Varela el único soldado español poseedor de
dos cruces de San Fernando ganadas en combate.
Mi coronel, si tuviera usía datos sobres los hechos de armas realizados por el Regimiento de La Reina nº 2 con base en Córdoba durante la guerra de África (especialmente entre 1920 y 1922), me sería de enorme ayuda.
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