El 1 de Abril de 1939 terminó la Guerra Civil Española, un conflicto en el que muchos han querido ver el comienzo de la Segunda Guerra Mundial. Sin embargo, apenas un mes después estalló una breve guerra fronteriza no declarada que resultó trascendental para el ulterior desarrollo del gran conflicto.
El final
de los combates en España devolvió el protagonismo absoluto de los conflictos
de entreguerras a la contienda que desde julio de 1937 enfrentaba a la China
Nacionalista con Japón.
La fortuna de las armas parecía sonreír al Imperio del
Sol pues en dos años escasos de ofensiva había hecho retroceder a los ejércitos
chinos, había tomado (y saqueado) su capital, Nankín, obligando al gobierno
chino a refugiarse en la recóndita y malsana ciudad de Chungkín. Solamente la
misma inmensidad de China, el volumen de tropas de que podía disponer los
generales del Kuomintang, las guerrillas comunistas, circunstancialmente
aliadas a sus enemigos nacionalistas, y un puñado de pilotos mercenarios
llamados los “Tigres Voladores” intentaban poner freno, siquiera brevemente, a
la ambición japonesa de dominar toda el Asia Oriental.
Parecía,
pues, cuestión de tiempo que Japón se alzara con la victoria por lo que el
estado mayor del semiindependiente Ejército de Kwantung, que llevaba el peso de
las operaciones en China así como la responsabilidad de la guarnición de Corea
y Manchukúo, decidió tantear las fuerzas de quien debía tomar el relevo de
China como enemigo número uno en la zona: la Unión Soviética.
Japón
había accedido a la condición de gran potencia gracias a una guerra con Rusia.
En 1904-5 había desalojado a los rusos de sus posiciones en China y Corea y
hundido su flota en la batalla de Tsushima.
La expansión japonesa por China y
la conversión de Rusia en un estado revolucionario hacía poco menos que
imposible la vecindad entre ambas naciones. Además, existía una coyuntura que
parecía favorecer una acción militar limitada por parte de Japón en orden a
ampliar sus conquistas. Desde 1936 el pueblo ruso (soviético por aglutinar a
las demás nacionalidades) venía sufriendo una de las peores catástrofes que han
asolado a país alguno: el Gran Terror. Stalin, obsesionado por el poder
absoluto, había dado rienda suelta al NKVD (antecesor del KGB) para “limpiar”
de enemigos la Unión Soviética: funcionarios, trabajadores, miembros del
partido, militares, nadie estuvo a salvo de la sangría.
Campaña del lago Khasan |
Mariscal Bliujer |
Precisamente
la purga en el Ejército Rojo, que costó la vida a jefes tan eminentes como el
mariscal Tujachevsky, fue el factor que terminó por animar a los japoneses a
probar la fuerza de los soviéticos. El primer intento, conocido como Campaña
del lago Khasan o Incidente de Changkufeng, se libró entre el 29 de Julio y el
11 de Agosto de 1938. La penetración de tropas japonesas, procedentes de Manchukúo,
en territorio soviético y la subsiguiente respuesta costaron a los soviéticos
casi 3500 bajas por unas 1500 por parte de los japoneses. El comandante en jefe
soviético en el Lejano Oriente, mariscal Vasily Bliujer, pese a desplegar
numerosas tropas y obligar a los japoneses a replegarse fue considerado(por
Stalin) responsable de lo que se consideró una derrota y purgado y asesinado en
Noviembre siguiente.
Los japoneses,
momentáneamente complacidos, pisaron el freno y volvieron a dedicar sus
atenciones a los chinos. No era cuestión de entrar en una guerra abierta contra
los soviéticos y, por otra parte, Stalin les estaba ayudando liquidando al
cuerpo de oficiales del Ejército Rojo.
Tropas japonesas |
Hubo que
esperar al año siguiente para asistir a un nuevo pulso entre los dos colosos. Y
cuando éste llegó lo hizo casi por casualidad en forma de choque fronterizo
entre tropas de estados satélites, a saber: Mongolia era, desde 1924, una
República Popular oficialmente aliada (mejor cabría decir subordinada) con la
URSS; Manchukúo, por su parte, la antigua región china de Manchuria, era un
estado satélite creado y patrocinado por Tokyo. El 11 de mayo de 1939 unidades
de caballería mongolas y manchúes chocaron en una zona oficialmente reclamada
tanto por Mongolia como por Manchukúo. La escaramuza, pues no fue más que eso,
creció hasta el punto de que los estados “patronos” entraron en liza para
respaldar a sus protegidos. Durante el resto del mes de mayo y todo junio y
julio los combates se recrudecieron, principalmente en el aire donde ambos
bandos desplegaron buen número de aparatos y donde se lucieron veteranos que ya
habían demostrado su valía en España, con la aviación republicana, o en China,
en las filas de la aviación militar o naval imperial.
Campaña de Nomonhan |
En Moscú
se quería evitar a toda costa una situación como la de Khasan por lo que se
decidió poner las operaciones en Oriente bajo el mando de una joven promesa del
Ejército Rojo que había escalado puestos gracias a las purgas de Stalin: Georgi
Zhukov, a la sazón al mando de un cuerpo de caballería, asumió el control de
las operaciones y, a mediados de Agosto, lanzó un ataque general contra las
posiciones japonesas con apoyo artillero masivo, una brigada de carros de
combate y cobertura aérea. Los japoneses, quizás demasiado acostumbrados a
victorias continuas frente a los chinos no estaban preparados para la clase de
guerra que Zhukov planteaba. Tras perder más de quince mil hombres y un buen
número de aviones derribados, los japoneses se replegaron a sus bases de
Manchukúo. El comandante japonés, teniente general Michitaro Komatsubara, fue
la última baja de la batalla de Khalkin Gol pues se suicidó en Octubre de 1940.
Tropas soviéticas |
El 16 de
Septiembre de 1939 los japoneses solicitaron el alto el fuego. Los soviéticos,
y sus aliados mongoles, tuvieron más de veinte mil bajas pero la victoria que
obtuvieron fue aplastante ya que los japoneses perdieron las ganas de volver a
atacar a la URSS, llegando incluso a suscribir un Pacto de Neutralidad mutua en
1941. Ello se tradujo en que, cuando las divisiones de la Wehrmacht se
encontraban a las puertas de Moscú, y Japón estaba ultimando su entrada en la
Segunda Guerra Mundial, la negativa de Tokyo de abrir un segundo frente que, de
seguro, hubiera provocado el colapso soviético, hizo posible el traslado de
buen número de tropas desde el Lejano Oriente al frente de Moscú. Unas tropas
que, en el gélido Noviembre de 1941, contraatacarían a las hasta entonces invencibles
tropas alemanas y acabarían con el sueño de la Blitzkrieg en el Este.
Zhukov (derecha) en campaña |
Tal fue la
importancia de la batalla de Khalkin Gol (tal y como la denominan los rusos) o
de Nomonhan (denominación japonesa). La disponibilidad de tropas veteranas y
frescas por parte de Stalin permitió tomar oxígeno al Ejército Rojo y plantear
una guerra de desgaste que se convirtió en un sumidero de tropas y recursos del
Tercer Reich.
Irónicamente, en los meses finales de la
Segunda Guerra Mundial, Japón trató de buscar una paz negociada con los aliados
buscando para ello la mediación de Stalin. Pero las cosas no discurrieron tal y
como pensaban en Tokyo y el socarrón georgiano les correspondió mirando hacia
otro lado y, tras violar el Pacto de Neutralidad, que tan escrupulosamente
observaran los japoneses, lanzó a sus tropas sobre Manchukúo y Corea dando el
puntillazo final a un Japón que ya para entonces había encajado dos bombardeos
atómicos.
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