sábado, 20 de agosto de 2011

LA INTERNACIONAL NEGRA: La propaganda por los hechos

La bandera negra. Símbolo del Movimiento Anarquista

La ruptura entre marxistas y bakuninistas en el V Congreso de la Asociación Internacional de Trabajadores (Primera Internacional), celebrado en La Haya dejó al movimiento obrero internacional (por más que la mayor parte de los delegados fuesen europeos y norteamericanos) dividido entre socialistas y anarquistas.

Mientras que los socialistas, seguidores de las tesis de Karl Marx (1818-1883), eran partidarios de participar en el sistema liberal burgués, bien con la formación de sindicatos bien creando partidos políticos como los laboristas británicos o el poderoso SPD (Partido Socialdemócrata Alemán), el más fuerte y organizado del mundo que llegó a colocar 35 diputados en el Reichstag en 1890; los adeptos a Mijail Bakunin (1814-1876), llamados anarquistas propugnaban la desaparición del estado y renunciaban a cualquier tipo de componenda en ese sentido. Es decir, que si los marxistas basaban el triunfo de la clase obrera en el control de los medios de producción y la instauración de la Dictadura del Proletariado, los anarquistas se decantaban por el principio de la "revolución inmediata" y la insumisión del individuo ante cualquier coerción o imposición por parte de un  poder cualquiera (tanto daba si procedía de un gobierno autoritario o de un partido o sindicato).
Mijail Bakunin


Karl Marx


Precisamente la renuencia de los anarquistas a someterse a ninguna suerte de disciplina, que a la postre colocó a los marxistas como líderes de facto del Movimiento Obrero Mundial, así como su énfasis en el individualismo y la acción directa dieron lugar a una oleada de terror que, en forma de atentados con bomba y asesinatos selectivos de jefes de estado y de gobierno.
Las acciones,que en la mayoría de los casos obedecían más al capricho del autor, un rasgo distintivo del individualismo anarquista, abarcaron desde las bombas colocadas por François Ravachol hasta magnicidios del calibre del cometido contra el Zar Alejandro II.

Surgió entonces, en la conciencia colectiva, una psicósis del terror donde se veían por todas partes a eslavos recluidos en oscuros sótanos fabricando bombas. A ello ayudó, en buena medida, la creación de la llamada Internacional Negra en Londres en 1881. En el imaginario pronto nació la especie de que aquello era la clara representación de que existía una conspiración mundial para destruir el orden existente a base de bombas. El hecho de que el ideario anarquista se difundiese por todo el mundo en forma de periódicos o folletos editados en distintas lenguas reforzaba la tesis conspirativa.

Este terror desencadenado, pues los medios partidarios de la violencia rentabilizaban la expansión del telégrafo y del incipiente teléfono como vehículo de sus actividades, y hacían loas a la dinamita como la artillería del Proletariado, condujo a situaciones tan dramáticas como la ejecución de los Mártires de Chicago, en 1886, o el atentado del Liceo de Barcelona de 1893.

Los mártires de Chicago
Mas, ciertamente, el balance de aquél terror fue abrumador y entre los centenares de víctimas anónimas,como los parroquiano del Café Terminus de París en 1894 había que sumar otras bastante más célebres como el rey de Italia Umberto I; la emperatriz de Austria-Hungría Elisabeth (Sissi); el presidente de la República Francesa Sadi Carnot; el primer ministro español Cánovas del Castillo o el presidente de los Estados Unidos William McKinley, por citar algunos.

El Anarquismo, que llevaba en su propia concepción del hombre el germen de su debilidad, fue perdiendo fuerza conforme se acercaba el nuevo siglo y se afianzaban las tesis marxistas hasta su inopinado triunfo en Rusia en 1917.
 Aquellas explosiones con las que un puñado de ilusos, psicópatas o idealistas pretendieron crear un Mundo nuevo se convirtieron en un episodio más de la Era del Imperio.

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