martes, 12 de febrero de 2013

CUANDO SE ACABA LA SUERTE: La leyenda de George Armstrong Custer





Graduado en el puesto número 35, de los treinta y cinco examinados en Junio de 1861 en la Academia Militar de los Estados Unidos de West Point, logró más fama y honores que cualquiera de sus compañeros más aventajados.

Valeroso, extravagante, líder nato, mal táctico gran jinete y pésimo estudiante, buen compañero y mal subordinado. Este es el retrato que puede dibujarse de una leyenda de la Era del Imperio llamada George Armstrong Custer.

Nacido en Ohio en 1839, logró ingresar en la Academia Militar de los Estados Unidos de West Point en 1857. Como estudiante dejó bastante que desear, no solo en el plano académico sino fundamentalmente en el disciplinario (al parecer solamente destacó en equitación). Pero tuvo la inmensa fortuna, algo de lo que siempre alardeo, de que se produjese la secesión de los estados del Sur, y la subsiguiente guerra civil, hecho que supuso que quedaran las suficientes vacantes entre los cadetes como para graduarse en junio de mil ochocientos sesenta y uno en el puesto número 35 de una promoción de 35 hombres. La suerte, inclusive, le permitió tomar parte en la primera gran batalla de la guerra, la primera Bull Run el 21 de julio del mismo año aunque no lograse tomar parte en el combate.

Mayor General Pleasanton
Durante el resto de 1861, y hasta mediados de 1863, se desempeñó, con el grado de capitán interino, como ayudante del general George McClellan, el sobrevalorado primer jefe del Ejército Federal del Potomac; y del combativo general Alfred Pleasanton, al mando del cuerpo de caballería del Ejército del Potomac. Este último detectó en Custer a un líder nato; un oficial capaz de dirigir hombres a la lucha, lo bastante bravo como para encabezar él mismo los ataques y lo suficientemente popular entre la tropa como para seguirle allá donde fuera. No lo dudó y promovió a su subordinado al empleo de brigadier general de voluntarios (un grado interino) en un momento en el que la caballería confederada, con líderes tan sobresalientes como JEB Stuart, John Hunt Morgan y Nathan Bedford Forrest superaba con mucho a la federal. Así, el 29 de Junio de 1863, con tan solo 23 años, George Custer se convirtió en el más joven general de la Historia de los Estados Unidos.

Mélee en Hanover
Guión personal de Custer
Y la suerte parecía sonreírle pues unos días después tuvo lugar la decisiva batalla de Gettysburg (1-3 de Julio de 1863). Aunque Custer no participase en las acciones más destacadas de la misma sí tuvo ocasión de lucirse en dos acciones menores, Hanover y Hunterstown, al mando de una brigada de voluntarios de Michigan, los más tarde célebres Wolverines, frente a la no menos famosa Black Horse Cavalry del bizarro JEB Stuart.

 Los confederados fueron rechazado y pronto se fabricó la leyenda popular, alimentada por él mismo naturalmente, del joven general de rizada cabellera (al parecer en homenaje al mariscal Joachim Murat, del Primer Imperio Francés, a quien admiraba) y uniformes cuajados de entorchados que encabezaba las cargas con un absoluto desprecio del peligro. Si para la opinión pública del Norte había surgido un héroe al que admirar, no es menos cierto que los mandos de la Unión podían felicitarse por su elección.

Custer continuó mandando a sus Wolverines durante el resto de la guerra alcanzando (en 1865) el grado de mayor general de voluntarios (interino) y cosechando éxitos en el Ejército del Potomac. En el interin tuvo tiempo de contraer matrimonio con Elizabeth Libbie Clift Bacon a principios de 1864.

Al final de la guerra, en la primavera de 1865, siguió un periodo aciago para Custer, más hombre de acción que otra cosa, al mando de fuerzas de ocupación en Texas. Y peor fue la pérdida de sus rangos interinos y la vuelta al escalafón del pequeño ejército de posguerra como capitán. Un intento de obtener una excedencia para unirse a la caballería de Benito Juárez, a la sazón jefe del gobierno republicano de México en lucha contra las tropas del emperador Maximiliano, sostenido por la Francia de Napoleón III se vio frustrado por el deseo de Washington de evitar complicaciones con la guerra recién acabada. Asimismo, rechazó el mando de  uno de los nuevos regimientos de caballería encuadrados por soldados negros.

Pero la suerte le seguía acompañando y un regalo, llamado 7° de Caballería de los Estados Unidos, le llego a tiempo para participar en la campaña contra los cheyennes que dirigiera su antiguo camarada de armas, el mayor general Winfield Scott Hancock en el verano de 1867.

Pronto se crearía un nuevo mito sobre Custer, mas esta vez surgiría de entre aquellos a quienes combatía (cheyennes, sioux...) y no en la forma de gallardo héroe como en la guerra civil sino en la vergonzante figura de un exterminador de mujeres y niños, tal y como sucedió en Río Washita, en Noviembre de 1868,  donde buen número de no combatientes cheyennes, arapahoes y sioux (lakota) fueron masacrados sin piedad. Como por una burla del destino, el jefe cheyenne Black Kettle, que sobreviviera a la terrible matanza de Sand Creek cuatro años antes no escapó  esta vez.

William F. Cody Buffalo Bill
 De este modo, si bien al principio le llamaron "General Cabellos Largos", bien pronto sería más conocido como el "Asesino de Esposas". Pero en el Este su fama seguía incólume y las acciones punitivas del 7° se magnificaban a la par que se elevaba a Custer al Olimpo de los forjadores del Oeste de los Estados Unidos junto a figuras como Buffalo Bill, Calamity Jane o Wild Bill Hickok. Paradójicamente pese a haber sido un cadete indisciplinado en West Point, dirigió a su regimiento con mano de hierro, su buena estrella le libró de una corte marcial por abandono del puesto sin permiso.

La pujanza de una nación en expansión, empero, con oleadas de emigrantes buscando una vida nueva en las tierras del Oeste, surcadas ahora por las vías del ferrocarril empujaba a los nativos a defender su forma de vida ante la evidencia de que los tratados firmados con Washington se convertían en papel mojado y el tamaño de las reservas del gobierno se reducía en la misma proporción en que arribaban nuevas remesas de colonos.  Muchos se marchaban de las reservas y pueblos y facciones  antaño enfrentados se unían en la creencia de que solo así podían hacer frente a los blancos. De hecho, la campaña de 1876 se proyectó con la idea de reintegrar a las reservas a aquellos, llamados comúnmente hostiles.
Toro Sentado

Caballo Loco
En aquella primavera varias columnas de tropas federales convergieron hacia los santuarios de los irreductibles en lo que hoy son las dos Dakotas, Montana y Wyoming y que entonces recibían el poético nombre de Territorio Indio. Grupos de  lakota, miniconju y oglala (comúnmente llamados sioux) mas cheyennes y arapahoes se concentraron bajo el liderazgo de un guerrero de la talla de Tasunka Witko (Caballo Loco) y del chamán Tatanka Iyotanka (Toro Sentado).

Custer, a las órdenes  del brigadier general Alfred Terry, dirigía a su regimiento convencido de que una expedición rápida y audaz bastaría para someter cualquier oposición. Como una constante en su carrera, su buena estrella le dictaba inclusive deshacerse de cualquier elemento que pudiera retrasar su avance relámpago por las llanuras de Montana. Así rechazó llevar consigo al menos una ametralladora Gatling que, a buen seguro, podía haber contribuido a que la Historia se escribiese de modo diferente, y al son de Garry Owen, su canción de marcha favorita y virtual himno del Séptimo de Caballería, acudió a su cita con el Destino mandando personalmente cinco compañías de su regimiento en un paraje conocido como Little Big Horn.



 
No existen testimonios fiables (por cuanto lo que se conserva procede de la tradición oral de los propios indígenas) de lo que allí aconteció pero lo que sí es seguro es que Custer y su columna fue exterminada hasta el último hombre. Había nacido una leyenda.

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