lunes, 15 de abril de 2013

SATURNØ VENTURA (3)



En algún lugar de la frontera entre El Cabo y el Estado Libre de Orange (África del Sur). Agosto de 1899.

Los seis jinetes marchaban al paso por un terreno bastante accidentado y plagado de lomas y desniveles. Uno de ellos, un explorador, cabalgaba un centenar de metros más adelantado mientras que el resto lo seguía en fila india.
    
Su aspecto era prácticamente uniforme. Todos tocados con sombreros de ala ancha, con pistolas al cinto y fusiles colgando de la silla. Por sus trazas pudiera aparentar que se trataba de bandidos pero había algo en su  porte y en su manera de cabalgar que parecía indicar que no era esa su ocupación.




 
Llevaban recorrido un buen trecho de su ruta desde que se pusieran en marcha con las primeras luces del alba. Luego de una parada para que jinetes y monturas recuperaran fuerzas reanudaron la marcha y ahora, con el crepúsculo dibujándose en el horizonte, estaban seguros de estar muy cerca del fin de su viaje.



Súbitamente el explorador, que se encontraba en aquél momento en lo alto de un pequeño collado, levantó el brazo derecho al tiempo que frenaba a su caballo. El resto del grupo, como si fuera parte de una más que ensayada coreografía, rompió la formación de forma que el segundo y cuarto jinetes giraron velozmente, aunque sin brusquedades, a la derecha mientras que el tercero y el quinto hicieron lo mismo hacia la izquierda  de forma que la línea formaba ahora un pentágono con el jinete de cabeza imperturbablemente detenido al frente. 
 
Impasible como si formara parte del paisaje el hombre, que evidentemente era el líder del grupo, observaba como el explorador volvía grupas y trotaba hacia él hasta colocarse a su derecha.



 
-Son cuatro hombres zeerover. No parecen soldados. Creo que son policías de la Compañía.
 
El  zeerover asintió con un leve gruñido y dio un vistazo atrás para comprobar cómo sus hombres habían ejecutado perfectamente la táctica básica de dispersión.
 
Al poco, la silueta de cuatro jinetes se recortó sobre la pequeña colina. Tras un instante en el que parecía que conversaban, empezaron a descender lentamente y desplegados. Tres de ellos marchaban alineados mientras que el cuarto se adelantaba por una o dos cabezas.

Los recién llegados presentaban un aspecto muy semejante a los seis hombres. Al menos en lo que se refería a armamento ya que, amén de las carabinas, todos llevaban uno o dos revólveres al cinto. Un exámen más detenido, no obstante, hubiera reflejado la carencia de hábitos de higiene y un rango distintivo común: un curioso escudo consistente en dos impalas que flanqueaban un blasón coronado por un león rampante en el frontal del sombrero. El que iba en cabeza, un tipo de expresión poco amistosa y barba descuidada y evidentemente el jefe de los demás, se encaró con el impasible que le miraba fijamente.

-Os habéis metido en un lío destripaterrones-tronó con suficiencia.           –Somos agentes de la policía de la Compañía Británica de África del Sur. Estáis en territorio británico lo que significa que habéis cruzado la frontera ilegalmente. Venga, desmontad- Luego, como si saboreara las palabras recalcó:

-¡Quedáis arrestados! Los caballos y las armas quedan confiscados...¡Vosotros-añadió señalando a los que estaban más atrás- venga acercáos!...¡¿No entendéis mi idioma?! 

Irritado se volvió hacia el zeerover y el explorador que permanecían mudos e inalterables.

-¡¿Qué os pasa boers del demonio?! ¡¿No os enteráis de que estáis detenidos?! 

Frustrado ante el nulo efecto de sus palabras hizo ademán de sacar el revólver pero no fue lo bastante rápido.

A un grito del primero, el zeerover y el explorador se echaron al suelo con las manos sobre la cabeza. Un segundo después los hombres que estaban más atrás picaron espuelas y lanzaron a sus jamelgos a la carrera de forma que convergiesen en ambos flancos de los sorprendidos policías. Alguno de estos, pese a la sorpresa,  aún tuvo tiempo de desenfundar pero pronto cayeron todos acribillados por los jinetes que exhibieron una puntería y una cadencia de tiro realmente notables: cada hombre hizo dos disparos que dieron en el blanco sin excepción.

La escena no duró más de veinte segundos. Aún no se había desvanecido el eco del tiroteo cuando tres de los ejecutores galopaban tras otros tantos caballos espantados mientras que el cuarto sujetaba las bridas de otro que relinchaba nerviosamente.

 El zeerover, con pasmosa calma, se puso en pie y echó hacia atrás el sombrero dejando al aire su lampiña cabeza. Dirigió una mirada a su alrededor y articuló lo que sin duda era un gesto de aprobación. Mientras, el explorador,  que limpiaba su poblada barba de algunas molestas briznas de hierba, se agachó junto a uno de los cadáveres y retiró cuidadosamente la insignia de la BSAC de su sombrero. 

-Hemos calculado mal la ruta zeerover. Debe de hacer rato que estamos en El Cabo.

-Creo que tienes razón Johann-respondió aquél al tiempo que tendía la mano para que depositara en ella la insignia.

-Justicia, Comercio, Libertad...-leyó en voz alta el lema de la Compañía bien visible en la base del escudo.

-Es curiosa la forma que tienen algunos de ocultar sus pretensiones Johann-añadió con una sonrisa. –La única palabra cierta aquí es Comercio, de lo demás no veremos nada.

Continuará...
           

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