La guerra, en efecto, no detuvo la afluencia de colonos ni las obras de los grandes ferrocarriles aunque sí impulsó a algunos pueblos nativos a sublevarse contra quienes pugnaban por arrebatarles sus territorios, sus medios de subsistencia y, en definitiva, su forma de vivir.
Desde Nuevo México a Minnesota, el gobierno federal hubo de invertir recursos en combatir a navajos, kiowas, apaches, sioux, arapahoes y cheyennes entre otros.
Colorado era, en aquellos años, un Territorio, es decir, no era aún estado mas estaba ya organizado y su población se había decantado por el bando de la Unión. Su situación, alejado de los principales frentes de batalla, no le ahorró empero que sus milicias se enfrentaran y derrotaran a los rebeldes en la escaramuza de Glorieta Pass (Nuevo México) en Marzo de 1862.
Pero la verdadera preocupación de los colonos del territorio no eran los rebeldes sino los grupos de indios hostiles que campaban a sus anchas y que hostigaban a los pobladores blancos. Una sucesión de tratados incumplidos y la continua reducción de sus reservas hizo que muchos hombres se lanzasen a robar y a matar. Esta circunstancia obligó a que los regimientos de milicias, creados a raíz del estallido de la guerra, permaneciesen de guarnición en el Territorio ahorrando, de paso, a sus integrantes el ser enviados a los frentes a luchar en una guerra de verdad contra un enemigo duro, decidido y bastante más peligroso.
Fue en esta tesitura cuando el 29 de Noviembre de 1864 una columna de voluntarios de caballería lanzó un ataque contra un campamento de cheyennes y arapahoes instalado en un paraje conocido como Sand Creek. Curiosamente, y ello no atenúa en absoluto lo que allí ocurrió, el campamento de Sand Creek que acaudillaba el jefe cheyenne Black Kettle estaba poblado por unos doscientos nativos pacíficos, en su mayoría mujeres, niños y hombres de edad . Tan era así que la bandera de los Estados Unidos ondeaba visiblemente sobre las tiendas.
Black Kettle |
John Chivington |
El vil asesinato no fue suficiente y espantosas mutilaciones deformaron los cadáveres. Incluso partes pubendas fueron arrancadas y exhibidas obscenamente. Narices, orejas y cabelleras, muchas de mujer y de niño, adornaron las monturas de los "vencedores" durante un desfile por las calles de Denver. Atrás habían quedado la mitad, aproximadamente, de los nativos de Sand Creek aniquilados frente a setenta bajas escasas
de la tropa de Chivington.
Kit Carson |
El asunto llegó incluso al Congreso de los Estados Unidos y el Ejército abrió una investigación. Chivington renunció a su cargo para evitar el escándalo de una corte marcial.
De lo que no cabe duda es de que si en Sand Creek hubiese habido más guerreros los figurones de uniforme de Chivington no hubieran salido tan bien parados. Por desgracia no se extrajo ninguna lección de aquella matanza vergonzosa y, años después, esta vez a las órdenes de un héroe de guerra, verdadera antítesis de Chivington, otros soldados cometerían un crimen semejante en un paraje llamado Washita River. Pero esa es otra historia.
No hay comentarios:
Publicar un comentario