Es una creencia generalizada relacionar la batalla de
Gettysburg (1 a3 de Julio de 1863) con el punto de inflexión de la Guerra Civil
Americana y el inicio de la marcha de la Unión hacia la victoria.
Pero si bien es cierto que Gettysburg fue el punto
final a los intentos de la Confederación de llevar la guerra a los estados del
Norte, que supuso la pérdida de hombres irreemplazables y que acabó con las
esperanzas de los rebeldes de que Francia y Gran Bretaña les reconociese como
nación independiente; no lo es menos que el verdadero descalabro para el Sur se
materializó un día después a muchos kilómetros de allí, en concreto en las
riberas del mítico río Mississippi y en el estado del mismo nombre, en una
ciudad considerada una fortaleza inexpugnable y conocida como el
"Gibraltar del Sur": Vicksburg.
Situada en la confluencia de los ríos Mississippi y
Yazoo y, asimismo, un importante nudo ferroviario, la ciudad constituía un
emporio del comercio basado en el algodón y el tabaco y, fundamentalmente,
fluvial. Por su situación constituía en buena medida la llave del río que
inmortalizara Mark Twain con sus inolvidables creaciones de Tom sawyer y Huckleberry
Finn y cuyo control ya había sido considerado como indispensable para ganar la
guerra.
El "Plan Anaconda" |
Efectivamente en 1861, recién iniciadas las hostilidades,
el anciano general Winfield Scott, héroe de la guerra de México y por aquellas
fechas el militar más veterano, y reputado, de su país pronosticó que la guerra
sería muy larga y que solamente una estrategia a largo plazo por parte de la
Unión, basada en buena medida en su superioridad industrial y demográfica,
podría garantizar la victoria. Esta estrategia, diseñada por el mismo Scott,
recibió el nombre de "Plan Anaconda" y preveía un bloqueo de las
costas de los estados rebeldes y el control absoluto del río Mississippi.
Winfield Scott |
Pero la euforia de los primeros días de la guerra y la
prevalencia de una memoria militar basada en las fulgurantes campañas
napoleónicas (y que obviaba conflictos tan largos y sangrientos como la
reciente Guerra de Crimea o las interminables campañas de la Unificación
Italiana) arrinconó las valiosas lecciones del viejo maestro y se confió la
suerte la guerra a una serie de batallas brillantes y decisivas que pondrían
fin al conflicto en pocas semanas (opinión por cierto compartida por buen
número de personas de los dos bandos).
Y hubo batallas, sí, pero ninguna decisiva y esas pocas
semanas se convirtieron en muchos meses; las bajas eran de miles en cada encuentro,
hubo que recurrir al alistamiento obligatorio en una sociedad que nunca lo
había padecido, los recursos invertidos en la guerra eran cada vez más
cuantiosos pero no había visos de victoria por ninguno de los dos bandos.
U.S. Grant |
Y de este modo empezó a verse con claridad que las
palabras del viejo general, que sus ideas de una guerra larga y costosa, eran
lo más próximo a la realidad que se había dicho hasta entonces. Y si realmente
se habían dado pasos en esa dirección con la captura de Nueva Orleans y de
Baton Rouge (Louisiana) remontando el Mississippi, a mediados de 1862, y las
tropas de la Unión estaban firmemente asentadas en Tennessee y continuaban
presionando hacia el Sur, aún faltaba asegurar el control del río y el
obstáculo último era, precisamente, Vicksburg.
Otro hombre, que desde otro ángulo, había llegado a la
misma conclusión que Winfield Scott era el flamante (nombrado en Octubre de
1862) jefe del Ejército Federal de Tennessee Ulysses S. Grant.
Grant, que había logrado cierta notoriedad tras la
captura de Fort Henry y Fort Donelson (Tennessee) a principios del año 1862
proporcionando así dos victorias de entidad para la Unión; pese a que el teatro
de guerra occidental era considerado secundario respecto al oriental por razón
de que las capitales de los bandos en liza se encontraba en este último; se
había dado cuenta que el control del río era vital pues así rompería en dos a
la Confederación y aislaría tres estados rebeldes a saber Texas, Arkansas y Louisiana
del resto con el quebranto que supondría para aquella la pérdida de los
recursos ganaderos y agrícolas de los dos primeros.
Concienzudo y obstinado, Grant no era un estratega como
el propio Winfield Scott ni un organizador como George Brinton McClellan pero
contaba con los recursos y, lo que es más importante, con la determinación de
emplearlos pues estaba convencido de que solamente una victoria total y
absoluta podría restaurar la Unión de forma duradera. Vicksburg era la clave y
él la tomaría.
Las operaciones en aquél escenario fueron una sucesión
de acciones terrestres y fluviales en medio de lluvias torrenciales y de calor
atroz que se prolongaron durante nueve meses. La terca resistencia de la
ciudad, cuya defensa estaba confiada al general John C. Pemberton, un nordista
de Pennsylvania que había abrazado la causa del Sur, convirtió el asedio en una
terrible experiencia para los sitiadores y fue una muestra de a lo que Grant
estaba dispuesto para conseguir el triunfo. Sus detractores, que le acusaban de
alcohólico (cosa por lo demás cierta), intentaron desacreditarle ante Lincoln
con este argumento mas el presidente los rechazó uno a uno basándose en que era
un general que luchaba y que vencía (algo que no podían decir todos sus
camaradas del teatro de guerra oriental).
Pero si los atacantes sufrían para los defensores era
aún peor. Las provisiones de boca se reservaban para los combatientes y pronto
desaparecieron de la ciudad las ratas (los perros y los gatos hacía tiempo que
habían sido despachados por los hambrientos civiles). El cerco a la ciudad se
estrechaba conforme caían los puntos estratégicos de la defensa: Grand Gulf,
Champion Hill...
John C. Pemberton |
Los
confederados, privados de auxilio del exterior, sin víveres, medicinas y aún
municiones, aguantaron lo indecible hasta que el 4 de Julio de 1863, una fecha
capital en el espíritu norteamericano, coincidiendo con la publicación en la
prensa del Norte de la derrota de Lee en Gettysburg, Pemberton se rendía ante
Grant. Cuarenta mil soldados confederados habían sido puestos fuera de combate
frente a diez mil federales pero el golpe de escindir a la Confederación fue
muy superior a cualesquiera otras consideraciones y supuso, muy acertadamente,
que se convirtiera en el día en que quedó fijado el rumbo de la guerra.
El colofón de este episodio fue el ascenso de Grant y
su traslado al teatro oriental como jefe de las fuerzas terrestres de la Unión.
Aplicando sus principios de derrota total del enemigo y con subordinados como
William T. Sherman, que daría una nueva dimensión a la palabra Destrucción, iniciaría un camino que
acabaría el 9 de Abril de 1865 con la rendición de Lee y la virtual derrota de
la Confederación.
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