Este tipo de contiendas, generalmente de corta duración y librada por pequeñas pero bien armadas y dirigidas expediciones, suponían un baldón de prestigio para reyes y gobernantes en tanto en cuanto suponían un encumbramiento de la metrópoli en la escena internacional y un factor a tener en cuenta a la hora de establecerse tratados, concertar alianzas o poseer prevalencia en casos de disputas fronterizas o comerciales.
España no fue una excepción a pesar de que la primera mitad del siglo XIX había sido desastrosa para el país, que se había visto hollado por las tropas de Napoleón Bonaparte, despojado de sus colonias americanas, abocado a una desastrosa guerra civil (la Primera Carlista) y lastrado por el pleito entre conservadores y liberales que llevó aparejada, como consecuencia más grave, la carencia de una política exterior unificada y coherente que pasaría factura en la crisis de 1898.
Mas,sin embargo, las intervenciones exteriores de España estarían mediatizadas tanto por su debilidad militar, industrial y financiera como por el poderío creciente de la vecina Francia y de una Gran Bretaña que dominaba los mares y poseía intereses peligrosamente cercanos a la propia España, que tal era el caso más palmario de Gibraltar.
Así, con el pretexto del ataque a unos misioneros en Cochinchina, territorio dependiente del Reino de Annam, vasallo a su vez del Imperio Chino, Francia demandó el apoyo español toda vez que las islas Filipinas se encontraban muy cerca de la península de Indochina y serviría como base logística para lanzar la expedición. Además, el hecho de que misioneros españoles hubiesen sido asesinados sirvió para que la empresa gozase de apoyo popular.
La participación española en esta empresa, que se extendió durante cinco años (1857-1862), deparó unos resultados muy parcos a Madrid pues lo que se veía como una magnífica oportunidad de expandir la influencia española al continente asiático, amén de una puerta abierta al inmenso mercado chino, se convirtió en una serie de vagas asignaciones de derechos comerciales que en poco o en nada compensaban el apoyo militar y logístico prestado a Francia. Tan solo quedó en el imaginario popular aquella castiza expresión de "estar en la Cochinchina" para referirse a alguien que se ha marchado muy lejos.
Leopoldo O'Donnell |
Carga de los Húsares de la Princesa en Los Castillejos |
Pero la victoria fue hurtada a la postre por Francia y Gran Bretaña pues lo que podía haberse convertido en el primer paso de la penetración española en el Norte de África, y la posterior creación de un hinterland en la región no gustaron nada en Londres y en París por razones obvias: para los británicos porque aquello supondría la presencia de una potencia europea, menor pero susceptible de caer bajo la influencia de otra mayor (Francia con seguridad), en la orilla meridional del estrecho, lo que anularía la privilegiada situación de Gibraltar. Por su parte, los franceses no querían oír hablar de competencia en aquella parte del mundo toda vez que su posición en Argelia se afianzaba por momentos. Hubo compensaciones económicas por parte del Sultán de Marruecos, sí, pero cualquier opción a incrementar las posesiones de Ceuta y Melilla fueron abortadas.
Benito Juárez |
General Juan Prim |
Napoleón III |
Pero bien pronto quedó claro que Napoleón III, lejos de contentarse con una moratoria sobre la deuda mexicana buscaba penetrar en el país y convertirlo en un satélite del II Imperio francés. Esta vez predominó en Madrid el buen criterio retirándose las tropas españolas junto a las británicas y dejando a los franceses empeñados en una dura y costosa guerra de ocupación que, a la postre, degeneró en la creación de un Imperio Mexicano, estado títere de Francia, bajo la égida de Maximiliano de Habsburgo y con el apoyo de las tropas francesas del mariscal Bazaine. Pero esa es otra historia.
Maximiliano de Habsburgo, luego Maximiliano I de México |
Mariscal Achille Bazaine |
La experiencia, que implicó la participación de 25000 soldados españoles, duró entre 1861 y 1865. La hostilidad de la población, amén de las protestas de países como Perú, que veían aquí el primer paso de una reocupación europea de la América Hispana, por más que este episodio quedase eclipsado por la invasión francesa de México, dieron al traste con esta, en apariencia, fácil componenda de recuperar parte del perdido imperio ultramarino.
Bombardeo de Valparaíso |
Méndez Núñez |
Dos años después del fin de la guerra del Pacífico, una revolución depondría a Isabel II, Pero esa es otra historia.
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